Me llamo Gabriel y hasta hoy no había comprendido el significado y el peso que conlleva llevar un nombre que traducido del hebreo al castellano significa “poder de dios” o la “palabra de dios”. Mi vida se me antoja por momentos muy difícil, incluso a veces extremadamente difícil, pero por muchos baches y, en ocasiones, montañas más altas que el himalaya que he encontrado en mi camino todas han sido aniquiladas, superadas, es decir todas las pruebas que me he ido encontrando en el camino me han sido presentadas para llegar al punto en el que me encuentro hoy. No reniego de mi pasado, aunque en ocasiones mi ego me juegue malas pasadas y me hagan difuminar la realidad, que le vamos a hacer ante todo y sobretodo soy persona.
No me considero una persona más madura de la edad que tengo, porqué como me dijeron una vez simplemente soy un joven al que se le han presentado una serie de problemas en la vida. Problemas a los que no les di la espalda, es más problemas a los que me enfrenté con mucho miedo por mi parte pero con la valentía y el coraje suficiente para poder tirar hacia delante con lo que se me viniera encima. He batallado y me he hecho mucho daño a mi mismo, también he hecho daño a aquellos a quienes he querido, quiero y querré, pero es el peaje que hay que pagar por llamarse Gabriel y no de otra manera. He tomado decisiones que en ocasiones han sido tan inpopulares que ahora con la perspectiva del tiempo por momentos parecen irreales. He luchado por mi y por el bienestar de los que están a mi alrrededor. A ojos de la lógica, a ojos de los que caminan por el sendero del “como dios manda” mi vida puede ser una locura, una irreverencia, o simplemente alguien me podrá llamar kamikaze. Pero una vez fuera telarañas mentales, una vez sacudido el polvo del camino y mirando atrás, para acabar un ciclo y poder empezar otro con más fuerza, me doy cuenta de la grandiosidad de mi ser. Me doy cuenta de que he sacudido muchas conciencias, y muchas veces, sin yo pretenderlo he sido modelo a seguir, querido y admirados por unos y odiado y negado por otros. Aquellos que me han querido han disfrutado de mis alegrías y mis penas, de mis humores y mis maleshumores, de mis grandezas y mis muchas miserias. Aquellos que me han negado se han perdido a un ser extraordinario y único que lo único que buscaba era encontrar un lugar en este mundo material que es mucho más peligroso que cualquier jungla que podamos encontrar en el globo terráqueo que tengamos en casa, o en aquellos atlas que utilizábamos en el colegio.
La importancia de llamarse Gabriel radica en la honestidad de llevar las verdaderas enseñanazas, las del libre albedrío, las del respeto hacia los demás y sobretodo y ante todo hacia uno mismo. Dejé de respetarme en el momento en que vi que era más importante seguir esas normas que yo no creé, esas normas que estaban establecidas mucho antes de que yo naciera. Sin ser consciente de ello, esas normas las he ido rompiendo, modificando, creando otras que son válidas para mi y para que yo continue, si así es de menester, caminando en este mundo material. Hay quien dirá que yo me he amputado muchas cosas por no dejarme llevar por algunos placeres momentáneos, por seguir mis convicciones y no las que me imponía la sociedad por el simple hecho de estar viviendo una etapa u otra de mi vida.
He pasado muchas pruebas, dejándome arrastrar por la “desconfianza” que los demás han depositado sobre mi. No he sido una persona que ha sabido venderse, no he sido una persona que ha establecido una campaña de marketing, disfrazando mis defectos y engrandeciendo mis virtudes para que ser comprando a ojos de la gente “bien pensante” para poder ser aceptado en “distinguidos clubs sociales”, más bien he creado un “desesperado club social” en el que lo importante es ser uno mismo, con todo lo que ello conlleva.
Se que por mi condición de ser hombre se esperaba de mi una especie de cobardía inherente a los hombres, una especie de misoginia de la cual no he sido partícipe. No he buscado el placer fácil, y cuando lo busqué siempre he sido consciente de ello, sin más. El sexo es sucio si no te lavas, me dijeron una vez. Y lo adapté a mi manera de ser, lo adapté a mi condición de persona analítica que lo único que ha intentado en esta vida es minimizar sus costes emocionales, pese a que en algunos momentos la recaudaciones de emociones me ha ido dando palos haciendo que mis activos emocionales fuera a pagar y no a devolver.
También se que por mi condición de hombre tendría que estar debajo de la cama asustado por no creerme con las suficientes armas para enfrentarme a muy temprana edad con una relación, que me ha hecho más bien que mal, con una serie de circunstancias que aparecieron en mi vida que hicieron que cambiara la fama y la reputación por amor o por luchar por alguien que mereció, merece y merecerá la pena aún modificando nuestros roles. Gracias a ella me di cuenta lo importante que es ser mujer en un mundo en el que ser mujer o todo lo relacionado con la femeneidad es degradante.
Es normal ver a una mujer vestida como un hombre, es aceptado y comprendido, es normal ver a una mujer mostrar su parte masculina o fuerte, es más les es necesario para poder sobrevivir en medio de unos depredadores que por el simple hecho de poder “meterla en caliente” ya son los amos del universo, o mejor dicho los amos de su calabozo. Por el simple echo de ser hombres es como el tener un permiso vitalicio para degradar todo aquello que significa ser mujer.
La cosa cambia cuando un hombre demuestra su parte femenina, con independecia de su sexualidad, cuando un hombre deja de ser misógeno y no le importa que le vean con unos ademanes más o menos femeninos, con unas preferencias más o menos femeninas a ojos de la “gente bienpensante”. Ahí vemos a los grandes hombres que van con traje y cobarta, que menosprecian el trabajo de una mujer, y que en el momento en el que se encuentran con otro hombre que muestra sus sensibilidad o su veneración por la mujer, se creen con el poder de etiquetarlos poniendolos en el saco de la homosexualidad o en el saco de los llamados calzonazos. Y eso es degradante porque piensan que la mujer es un ser degradante y no se pueden permitir el no ser aceptados por una sociedad que maltrata psicológicamente a un genero que nos lleva durante 9 meses en el vientre, que sufre como nadie para poder traernos a este mundo, y que después del sufrimiento que ello conlleva en vez de negarnos por esos dolores llora de emoción al ver nuestra carita olvidándose de que un segundo antes sus dolores eran insoportables, tan insoportables que si tuvieramos que sufrirlos algunos de nosotros estaríamos debajo de la cama en la primera contracción.
Una mujer que comprende, que esconde lo que sufre por nosotros los “grandosos hombres”, simplemente por no cargarnos más mochilas en la espalda. Una mujer que lo único que busca es respeto como persona y no que se la vea como un simple agujero donde descargar nuestra testosterona. Una mujer que se levanta dos horas antes de ir a trabajar para salir con los deberes del hogar hechos y que cuando vuelve del trabajo tiene tiempo de repasar la lección y enfrentarse a nuevos deberes.
Ha sido tal el machaque psicológico que han llevado encima que hasta lo han adquirido como normal esa degradación a la que ha sido sometida. Y se sienten orgullosas de rechazar a un hombre que demuestre su femeneidad ya que le aburre de tal manera que tienen un chip “inmodificable” que les dice que el hombre de su vida tiene que degradarlas, ignorarlas, y sobretodo tienen que sentirse inferior a ellos por que sino es así no hay amor, no hay cariño y sobretodo no hay respeto hacia el hombre.
Yo me pregunto porque si tan degradante es ser mujer en cuanto un hombre tiene que disfrazarse tiende a hacerlo de mujer, y en plan de burla o sorna. Y lo que me parece más fuerte la mujer le sigue la sorna o la burla. No será que en el fondo a todos los hombres no gustaría saber lo que se siente al ser mujer... pero como nos da miedo su inmensa fortaleza las negamos sin pensar en el daño que ello ha provocado durante tantos años. Reflexionemos sobre el tema.